Soneto 148. SONAJEROS Y AMANECERES
No hay más té ni discurso en mediodía
al entrar en tus ojos sin permiso,
pues como un niño que fui y que quiso
aprender, te reté en melancolía.
Tu nomenclatura es mi mediodía
y aunque los otros te hagan caso omiso,
yo disfruto el suelo en el que te piso
y en la luz que me regala otro día.
Aspiro amaneceres de funciones
en retablos de música, y canciones
que me traen tus recuerdos más sinceros.
Boquiabierto quedo de atribuciones
en los sueños que, sin perturbaciones,
nos agitan como a dos sonajeros.
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